Requisitos para el estudio de la Biblia.
- Edwin Erazo
- 12 ago 2024
- 5 Min. de lectura

I. Un corazón dispuesto a aprender:
a) Lo que usted ve y vera en la Biblia depende en gran parte de su actitud hacia ella. Luc. 24:25; por tanto, debemos tener una actitud correcta a la Biblia.
b) ¿Cuál sería una mala actitud hacia la biblia?
Yo me acerco a ella para que respalde lo que yo creo, no me acerco para validar que lo que yo digo, hago o pienso esta correcto o no.
A esta actitud le llamaremos: Validación.
Presuponer: De entrada, creo que lo que dice la Biblia es mentira y por lo tanto es imposible de creer.
Hiperbolizar: Exagerar los relatos de la Biblia.
Minimizar: Hacer de cuenta y caso que los relatos de la Biblia no tuvieron ni tienen mayor relevancia.
Maquillar (eufemismos): Contar los relatos de la Biblia, obviando los detalles de las historias, para que suene más pulcro.
c) Desaprender y aprender: Hay que acercarse a la Biblia como un niño, siempre abierto para aprender y siempre dispuesto a ser enseñado.
La gran mayoría tenemos ya incrustado ciertos dogmas que creemos como ciertos y verdaderos, fundados en predicaciones de pastores, maestros, etc.
Pero muchas veces carecen de fundamento bíblico y lógico, por tanto, se debe de desaprender todo aquello que no abona a nuestro crecimiento espiritual, sino más bien lo detiene.
Y aprender todo lo que si construye bases sólidas en nuestra vida y ministerio.
Ya que muchos de estos dogmas fueron enseñados alejados del contexto real de la mención de la palabra, usados a conveniencia, o por desconocimiento.
Ejemplo:
1. “Abre tu boca yo la llenare” Leamos Sal 81:10
2. “La letra mata” Leamos 2 Cor 3.6
3. Maestro de maestros, es el Espíritu Santo.
Después del esfuerzo de los maestros humanos, quien nos bota la venda de los ojos, nos hace comprender a plenitud, y nos enseña a cabalidad la Biblia es el Espíritu Santo. Juan 17:17 dice “Santifícanos en tu verdad; tu palabra es verdad”.
Por tanto, puesto que el Espíritu Santo es quien enseña la Biblia, nuestro aprendizaje de ella no depende tanto de nuestra aptitud (Inteligencia) si no de nuestra actitud, es decir que tiene que ver con un corazón dispuesto a creer todo lo que Dios dice en la Biblia y obedecerlo. 1 Cor 2:13
La Biblia es tan profunda como su autor, porque El la escribió.
Esta buena actitud de corazón empieza con la aceptación de la Biblia como la verdadera Palabra de Dios. El estudiante de la Escritura tiene que creer que la Biblia que tiene en sus manos es la Palabra de Dios, el Libro inspirado y preservado por Dios, perfecto en todo sentido y por lo tanto la autoridad final en cada área de su vida. Por ahora sólo entienda que es esencial que usted se acerque a la Biblia con una actitud de sumisión porque ella es la autoridad final que juzga a toda criatura. Esto quiere decir que nosotros no tenemos derecho de juzgarla a ella, señalando sus supuestos errores y equivocaciones. Más bien ella nos muestra a nosotros los errores y las equivocaciones en nuestras vidas.
Por esto debemos acercarnos a la Biblia como si estuviéramos entrando en la mera presencia de Dios, con una actitud de humildad y sumisión total.
La única diferencia entre alguien que supuestamente “sabe algo” de la Biblia y otro que realmente la entiende, es la actitud.
Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. [1Cor 2.14]
El que entiende la Palabra de Dios es el que quiere aprenderla para crecer en Cristo, conformarse a Su imagen y conocer a Dios en una relación personal. El hombre natural, tanto el inconverso como el cristiano carnal, no quiere esto. Entonces, a pesar de un poco de conocimiento que podría adquirir por libros o clases acerca de la Biblia, no entiende la Palabra de Dios porque nunca realmente la ha aprendido.
II. El segundo requisito es: La iluminación del Espíritu Santo
Hay un peligro que corremos cuando estudiamos la Biblia, un peligro que debemos procurar evitar. Es el peligro de aumentar la “información” en vez de andar con “iluminación”. Durante la primera venida de Cristo había un grupo de hombres, los fariseos, que tenían mucho conocimiento de la Escritura, un conocimiento mucho más amplio que el que tiene la mayoría hoy día en la Iglesia. Pero, Cristo los llamó “ciegos” porque a pesar de la mucha información que poseían, no tenían nada de “iluminación”.
La Biblia debe encender un fuego dentro de nosotros porque es el Libro que nuestro Creador nos ha escrito. Debe encendernos como encendió a los profetas del Antiguo Testamento o como encendió al Apóstol Pablo. En el Libro de Dios hay vida abundante porque de ahí es donde recibimos la iluminación del Espíritu Santo.
Por esto debemos depender del Espíritu Santo siempre en nuestros estudios bíblicos. Primero, como vimos antes, es Él quien nos enseña la Biblia y nos ilumina las páginas para que podamos entender lo que Dios quiere mostrarnos (Juan 14.26). Además, es Él quien nos transforma con la Biblia, de adentro hacia afuera.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. [Rom 12.2]
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. [2Cor 3.18]
Sin embargo, no vaya al extremo con este principio. Muchos quieren decir que sólo necesitan del Espíritu Santo, que Él les dará todo el conocimiento de Dios sobrenaturalmente. Entienda, entonces, que la iluminación por el Espíritu no es un sustituto del estudio diligente y metódico de la Escritura. No sea como muchos hoy en día que quieren usar la obra del Espíritu como una excusa por su pereza. La Biblia dice que el que busca hallará. ¡Busque, entonces! Escudriñe la Escritura con diligencia, disciplina y propósito.
III. El tercer requisito: el esfuerzo para ser metódico:
El estudio bíblico tiene que ser de alguna manera metódico y sistemático. Hay cosas que Dios ha escondido y sólo los que quieren hacer el esfuerzo para escudriñar la Escritura (buscar diligentemente) las hallarán.
El cristianismo no es el misticismo. Uno no oye de Dios hoy día en sueños, voces audibles o visiones de la noche. Hoy Dios nos habla a través de un Libro, un Libro que es más seguro y más confiable que aun la misma voz del Señor (2Ped 1.18-21). Entonces, uno tiene que ser “metódico” en el estudio de la Biblia y no “místico”, esperando una revelación directa. Hay que ser como los creyentes de Berea quienes escudriñaban las Escritura todos los días para ver qué decía.
Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. [Hech 17.11]
Siempre hay un elemento de aplicación práctica en cada estudio que sacamos de la Escritura, y si no lo vemos es porque no hemos terminado nuestro estudio del pasaje en cuestión. Si no llegamos a una aplicación práctica “para hoy”, no hemos estudiado muy “bíblicamente” porque Dios nos dio la Biblia principalmente para cambiar nuestras vidas de maneras prácticas, no para llenar nuestras mentes con información académica.
Es “por el uso” de la Palabra que podremos alcanzar la madurez. O sea, Dios cumple con Su voluntad en nosotros y nos conforma a la imagen de Cristo a través de la aplicación de la Escritura en nuestras vidas.
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